Cada año podemos observar que las hojas de muchos árboles se vuelven amarillentas y se van desprendiendo lentamente.
Este cambio se produce año tras año, esto tiene una sencilla razón: los árboles son organismos vivos que necesitan alimentarse y lo hacen aprovechando las sustancias orgánicas que producen sus hojas.
Ya que durante el tiempo templado o caluroso, las hojas de los árboles no cesan de segregar pequeñísimas gotas de agua. También las raíces del árbol toman agua de la tierra para que el árbol no se seque, pero durante el tiempo de frío, la tierra se hiela y las raíces impiden que pase el agua. Si las hojas siguieran expulsando agua, el árbol se secaría y por lo tanto se moriría.
En la época de otoño, crece una capa corchosa en el extremo inferior del tallo de cada hoja y el agua no puede llegar a ella, con lo cual, se seca y el viento la desprende fácilmente del árbol. Así es como las hojas caen al suelo.
Al momento de desprenderse de sus hojas, la planta saca de ellas todas las sustancias que le sirven y les proporciona todos sus desechos. Esas mismas sustancias colorean de amarillo y marrón las hojas de los árboles.
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